Quería creer. Una vez más luchaba por pensar que esta vez sí. Han sido demasiadas en 14 años y esta vez la diferencia estaba en que el partido de marras era una final. En el Bernabeu, contra el Madrid. Pero una y otra vez me venía a la cara el bofetón de los últimos dos derbies, de un equipo que poco mostró y al que con muy poco derrotaron.
Mis ideas estaban claras. Tumba abierta, cuerpo a cuerpo, valentía... qué cojones, inconsciencia. Este tipo de partidos reservan su premio para los valientes. Si vas por el 0-4, te puede llegar el 4-0, pero nunca te quedarás con la duda. La alternativa no había servido en el Calderón ni ante Barça ni Madrid. No, ese camino me parecía un suicidio.
Tres días después algún osado escribe sobre las virtudes de la táctica de Simeone frente a Mourinho. Bueno, digo osado, porque me temo que el portugués, simplemente estaba buscando algún momento para escaparse a casa a empaquetar sus pertenencias. El Cholo volvió a aplicar una receta de calma, colocación y aguante. Y así llegó el gol anterior al minuto 20. Y así llegó el catastrofismo.
Pero tengo la sensación de que lo que vino después era un preludio de la prórroga. El Madrid no tenía plan B, ni físico... así que dejaron el partido al Aleti, confiando en que una vez más no supieran que hacer. Y Falcao decidió hacer de crack del regate... (Albiol quedó allí dando vueltas) y dar un pase profundo a Diego Costa. Casi nadie ha valorado el gol, ciertamente Diego López casi lo saca, pero fue al sitio justo con la fuerza justa.
Y otra vez a empezar. Pero lo de después es una película que en estos 14 años los del Calderón conocemos mejor que el Madrid y su gente. Palos, paradas y la sensación de que el triunfo no se tenía que haber escapado. Los goles se marcan... en futbol ganar a los puntos no existe. Los partidos se juegan una vez, no cien... ¿cuántas veces me lo han dicho los madridistas estos años? La lección me la sé de memoria.
Una hora después reflexionaba sobre lo acontecido mientras deambulaba por el centro de Madrid camino de Neptuno. No hay grandes conclusiones. Tal vez el partido había llegado donde quería el Aleti o simplemente lo encontró. Un Madrid angustiado, lamentándose de una huida y de su mala suerte y encima cuesta abajo físicamente y sin freno. El caso es que se empezaron a imponer. Una Diego Costa, otra Koke y tras el corner, tuvo que llegar Miranda.
Y de ahí al final, Courtois y el caos. Se acabó. Partido más emocionante que bueno, bueno, qué diablos, un tostón insufrible. Ronaldo perdiendo los nervios y jugando al kungfu con las napias de Gabi... que luego se fue a la calle también.
Catorce años. Una generación de atléticos no sabían más que de imágenes de victorias en el Youtube y es que aquella victoria el año del descenso o aquella final del 92, francamente para esa generación eran tan cercanos para ellos como Ben Barek, Escudero, Luiz Pereira, Peiró o Collar. Leyendas. Y si no, ¿cómo tengo que sentirme yo cuando hablaba de aquellos partidos de poder a poder en los que el respeto era algo más que un intento de no humillar previamente? Como mi abuelo o mi viejo.
En fin, tercer título del Cholo y quinto en tres temporadas. Si alguien tenía dudas, el Atleti recupera su autoestima, por mucho que su plantilla no sea de pedigree. Que siga la fiesta, y si es posible, a por la Supercopa contra el Barça en agosto.
Ya dije que no tengo grandes conclusiones. A ver si se me ocurre algo más en el resumen de la temporada. Si es que puedo escribir algo.
Un abrazo del Abu
Jesús
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