Han pasado varios días y, a pesar de todos los pesares, no me arrepiento de haber ido a Stamford Bridge. Es cierto, que el año pasado mis queridos colegas me dejaron con los dientes muy largos cuando se embarcaron en el viaje a Liverpool. El desplazamiento lo hizo más gente, la ciudad los recibió bien y el equipo y el resultado acompañaron... pero no pude ir.
Hace muchos años que deseaba ir a ver un partido de Champions. Me quité parte del gusanillo cuando fui a Bolton a ver aquel partido de Copa de la UEFA hace dos años. Hombre, en realidad fui a Manchester, porque dicen que Bolton no tiene gran cosa que ver. Así pude ver Old Trafford, o más bien su museo, porque los Tour estaban saturados. Mereció la pena. Luego, eso sí, fui a Bolton a ver el partido.
Lo cierto, es que ya desde un principio sabía que no teníamos mucho que hacer. Es la eterna situación antes de cada partido difícil. Sabes que no hay gran cosa que hacer, pero tienes un resquicio a la hora de formular opiniones, es una reserva interior. A ver si el Aleti, la va a liar... Pero ya digo, que si fui, fue más por no dejar pasar la oportunidad y por desquitarme de la temporada pasada que otra cosa.
Ya en el aeropuerto, te animas. Estás que te caes de sueño, vas preocupado por no aparecer en la lista, por perder el avión, porque se olviden de darte la entrada... pero ves a la gente con sus camisetas y sus bufandas, y sin querer te sientes invencible. El avión es como el bus que te lleva a Valladolid, con el engorro del despegue y el aterrizaje. Las conversaciones son las mismas, con el añadido de la dirección del pub de la peña inglesa y comentarios sobre las paradas de metro de Stamford Bridge y la del pub (Fulham Broadway y St.Paul, por cierto). En Valladolid, tendrías que ir en bus...
En el pub bufandas de varios equipos españoles, pantallas con un video del Aleti (sin sonido), birras inglesas y San Miguel y una paella, que también podría ser un rissotto o, simplemente, un arroz pasado. Curioso el sistema de entrega. Pagabas en la barra y te daban un naipe, que entregabas en una ventana que daba a la cocina, eso sí, dentro del pub. Fuera, gente cantando y el puerta del pub, pidiendo al personal que no ocupase la carretera. Cuando me fui, ya había más de 20 policías municipales y una lechera... no sé si acabó bien aquello.
Lo siguiente es recorrer lo que puedas de la ciudad. En este caso, con mi hermana y con el bueno de Miguelito, la ribera del Támesis hasta el puente de la Torre. La pena es que te quedas sin tiempo y encima la entrada es cara. Pero el recorrido y la conversación, sí que merecieron la pena (como no, política y futbol, gracias Miguel). Una hamburguesa, una sidra y a los pubs cercanos al estadio.
Encontré ambiente de futbol. No sé si están acostumbrados a ver gente como nosotros allí, pero no hubo problemas y todo fue buen rollo. No debían conocer mucho al Aleti o por lo menos su estado actual, porque cada vez que me cruzaba con un lugareño me preguntaba que esperaba del partido y se sorprendían de mi lacónico "poca cosa" y del esperanzado "hombre, nuestro Aleti es imprevisible" (no sé si dije correctamente "impredictable").
Poco más. Nos costó entrar por las medidas de seguridad, cuando encontramos nuestra localidad el partido había empezado. Cuarenta minutos después el sueño de traer algo positivo se terminó y dos horas después, me metí en un autobús camino de Gatwick.
Me dejo muy buenos ratos en el autobús, momentos graciosos de gente sencilla que, como yo, se meten en un avión a pasar el día y ver un partido, como si fuera en Valladolid. El resultado no da igual, pagas bastante más y llegas a casa echo una pena y tardísimo, pero al pasar los días te das cuenta que esa experiencia se queda contigo para siempre.
Me viene el segundo enano y seguramente éste será el primer y último viaje de Champions (y no sólo por el negro futuro que espera o no al Aleti), así que tampoco me puedo permitirme dejar un recuerdo agrio y triste de este viaje. Tampoco lo tengo de ese día en Sevilla o de ese día en Valencia cuando perdimos aquellas finales de copa. Esos días hay que vivirlos... y si se gana mejor, pero el recuerdo no te lo quita nadie.
Un abrazo
Jesús (a.k.a. Abu)
Hace muchos años que deseaba ir a ver un partido de Champions. Me quité parte del gusanillo cuando fui a Bolton a ver aquel partido de Copa de la UEFA hace dos años. Hombre, en realidad fui a Manchester, porque dicen que Bolton no tiene gran cosa que ver. Así pude ver Old Trafford, o más bien su museo, porque los Tour estaban saturados. Mereció la pena. Luego, eso sí, fui a Bolton a ver el partido.
Lo cierto, es que ya desde un principio sabía que no teníamos mucho que hacer. Es la eterna situación antes de cada partido difícil. Sabes que no hay gran cosa que hacer, pero tienes un resquicio a la hora de formular opiniones, es una reserva interior. A ver si el Aleti, la va a liar... Pero ya digo, que si fui, fue más por no dejar pasar la oportunidad y por desquitarme de la temporada pasada que otra cosa.
Ya en el aeropuerto, te animas. Estás que te caes de sueño, vas preocupado por no aparecer en la lista, por perder el avión, porque se olviden de darte la entrada... pero ves a la gente con sus camisetas y sus bufandas, y sin querer te sientes invencible. El avión es como el bus que te lleva a Valladolid, con el engorro del despegue y el aterrizaje. Las conversaciones son las mismas, con el añadido de la dirección del pub de la peña inglesa y comentarios sobre las paradas de metro de Stamford Bridge y la del pub (Fulham Broadway y St.Paul, por cierto). En Valladolid, tendrías que ir en bus...
En el pub bufandas de varios equipos españoles, pantallas con un video del Aleti (sin sonido), birras inglesas y San Miguel y una paella, que también podría ser un rissotto o, simplemente, un arroz pasado. Curioso el sistema de entrega. Pagabas en la barra y te daban un naipe, que entregabas en una ventana que daba a la cocina, eso sí, dentro del pub. Fuera, gente cantando y el puerta del pub, pidiendo al personal que no ocupase la carretera. Cuando me fui, ya había más de 20 policías municipales y una lechera... no sé si acabó bien aquello.
Lo siguiente es recorrer lo que puedas de la ciudad. En este caso, con mi hermana y con el bueno de Miguelito, la ribera del Támesis hasta el puente de la Torre. La pena es que te quedas sin tiempo y encima la entrada es cara. Pero el recorrido y la conversación, sí que merecieron la pena (como no, política y futbol, gracias Miguel). Una hamburguesa, una sidra y a los pubs cercanos al estadio.
Encontré ambiente de futbol. No sé si están acostumbrados a ver gente como nosotros allí, pero no hubo problemas y todo fue buen rollo. No debían conocer mucho al Aleti o por lo menos su estado actual, porque cada vez que me cruzaba con un lugareño me preguntaba que esperaba del partido y se sorprendían de mi lacónico "poca cosa" y del esperanzado "hombre, nuestro Aleti es imprevisible" (no sé si dije correctamente "impredictable").
Poco más. Nos costó entrar por las medidas de seguridad, cuando encontramos nuestra localidad el partido había empezado. Cuarenta minutos después el sueño de traer algo positivo se terminó y dos horas después, me metí en un autobús camino de Gatwick.
Me dejo muy buenos ratos en el autobús, momentos graciosos de gente sencilla que, como yo, se meten en un avión a pasar el día y ver un partido, como si fuera en Valladolid. El resultado no da igual, pagas bastante más y llegas a casa echo una pena y tardísimo, pero al pasar los días te das cuenta que esa experiencia se queda contigo para siempre.
Me viene el segundo enano y seguramente éste será el primer y último viaje de Champions (y no sólo por el negro futuro que espera o no al Aleti), así que tampoco me puedo permitirme dejar un recuerdo agrio y triste de este viaje. Tampoco lo tengo de ese día en Sevilla o de ese día en Valencia cuando perdimos aquellas finales de copa. Esos días hay que vivirlos... y si se gana mejor, pero el recuerdo no te lo quita nadie.
Un abrazo
Jesús (a.k.a. Abu)